La insospechada conexión punk de Donald Trump

Rodolfo Montes de Oca

GG Allin es un artista con un mensaje para una sociedad enferma.

Él nos hace ver lo que realmente somos.”

-John Wayne Gacy-

El punk es un fenómeno musical y cultura que forma parte del desarrollo de la sociedad norteamericana, formando parte del imaginario colectivo de jóvenes rebeldes y desgarbados de acelerados ritmos y estética apocalíptica. Pero lo que pocos imaginaron es que el actual presidente de los Estados Unidos se tomaría una emblemática foto con el exponente más radical de esa escena musical, el mítico GG Allin.

GG Allin nació en New Hampshire el 29 de agosto 1956, bajo el fervoroso nombre de Jesus Christ Allin, en el seno de un hogar desestructurado y religiosos, a lo que se le suma haber padecido la enfermedad de Lyme a temprana edad. Su adolescencia no estuvo carente de escándalos: travestismo, bajas calificaciones y delitos menores, en lo que será solo el inicio de su vida pendenciera.

En contraposición, Donald Trump nació el 14 de junio de 1946 en Queens, Nueva York; en una familia acaudalada de inmigrantes escoceses y alemanes. Su adolescencia tuvo algunos sobresaltos que fueron controlados cuando fue enviado a la  New York Military Academy, graduándose después en la Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania.

Sus primeros pasos fueron caracterizados por lo apoteósico y suntuoso que caracterizara su desempeño como fue el rescate del Hotel Commodore del Grand Hyatt o la adquisición del casino Taj Majal en las Vegas. Por su parte los inicios musicales de GG Allin fueron en bandas bastantes mojigatas para la escena punk estadounidense; pero es en 1987 cuando graban el EP “Hated In The Nation” con la banda The Jabbers que se inicia el sendero antisistema de Allin. El consumo continuado de alcohol, heroína y otras drogas, la negativa al aseo personal o al trabajo asalariado, la nula carencia de bienes propios y el constante divagar entre las ciudades de un país tan grande como Estados Unidos; dejan entrever el temperamento diogesiano de Allin, lo que nos puede llevar a buscar una conexión lejana con los crotos y linyeras que deambularon  por la Patagonia y otras regiones de Argentina, divulgando el pensamiento libertario.

Su radicalización no solo es producto de una infancia truncada y el de tener que lidiar con el status quo americano, si no que es fruto de la crisis económica de 1987 en Walls Street, el mayor derrumbe porcentual sucedido en un mismo día en la historia de los mercados de valores. Este colapso económico que se tradujo en un aumento del desempleo, la desesperanza y la escasees fue la partera de la generación grunge y GG no fue ajeno a ella.

Sin embargo, a diferencia de Allin, la crisis de 1987 fue un acicate para el magnate de la construcción Donald Trump, el cual al ver su imperio inmobiliario colapsar, se reinvento creando Trump Entertainment Resorts, lo que lo llevo a ser propietario de un conjunto de hoteles y casinos que lo catapultaran definitivamente al establishment anglosajón.

Es por esta misma época que Trump empieza a incursionar en la política partidista, buscando su postulación a la presidencia. Desde un inicio el magnate fue celebre por sus opiniones discordantes y sus excesos que espantaban a los sectores progresivos y radicales de la sociedad americana.

Por su parte para 1990 al salir de prisión, Allin escribe “El manifiesto de GG Allin”, un texto apócrifo donde se incitaba atacar el Estado, sus instituciones y órganos de coacción con la finalidad de acelerar una revolución antisistema; lo que lo llevo a radicalizar sus presentaciones en vivo, optando por defecar, insultar, golpear y arrojar todo tipo de objetos contra el publico asistente. Todo esto con la finalidad según sus palabras de: “reivindicar el verdadero espíritu del Rock and Roll”

Pero créanlo o no el trajeado empresario y el irreverente músico se toparon en algún pasillo de Estados Unidos, la fecha y hora exacta se desconoce, por lo que no queda duda es que ambos conocían al background de su parthner, lo que condujo a que una improvisada foto dejara para la posteridad el encuentro entre dos inconformes, uno entregado al extremismo musical, otro al autoritarismo corporativo y conservador.

Debido al temperamento voluble de Allin es difícil saber si hubiese simpatizado o no a esta altura con un símbolo tradicionalista como Trump, lo que si queda claro es que esta foto es la prehistoria de como dos seres humanos en las antípodas del pensamiento se acercaron para tomarse una foto. No solo playmates y curas se toman selfies.

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